Cuando el amor es verdadero no hay límites ni fronteras. Se ama siempre, incluso más allá de la muerte. Por eso el amor es inmortal y sólo el que ama es capaz de permanecer vivo. Quien tiene el corazón lleno de amor es capaz de ver maravillas y es capaz de sentir de una manera diferente. El que ama no filtra la realidad, sino que la capta, la acoge, la sublima y la transforma en belleza indescriptible.
Amar no es fácil. Supone lanzar una mirada a lo lejos, supone abrirse a lo inesperado y dejarse inundar de la luz que hay alrededor. Supone guardar silencio y comunicarse con ese lenguaje que muy pocos dominan. Amar, de por sí, es ya comunicación. En realidad es la única comunicación verdadera, sin mentiras, sin oscuridades, sin incomprensiones, en diálogo y respeto de las diferencias. Para el que ama, el otro siempre es un don de Dios, una oportunidad para hacer creíble la muerte y resurrección de Jesucristo.
Amar es abrir la vida entera a todo y a nada en concreto. Es tener una mirada de gratuidad sobre el entorno y es tener abiertas las puertas de par en par a la recepción y al encuentro. El que ama no sabe de miedos, ni de rencores, ni de límites, ni de vacíos, ni de cansancios, ni de soledades, ni de cegueras, ni de ataduras, ni de esclavitudes. El amor es como un imán que atrae mil virtudes, y también mil riesgos, porque amar es arriesgar la vida y comprometer la existencia en una libertad vertiginosa, en una borrachera de sensaciones que escapan a la mayoría y que son imposibles de reducir a conceptos. El amor tiene un lenguaje universal, por eso, el que ama no siente barreras, aunque la vida se le escape. El que ama no teme, simplemente, vive. El que ama se pone en la perspectiva de lo divino.
No es posible vivir sin amor. Quien no tiene amor no vive, ha muerto. Quien no tiene amor anda en las tinieblas, huye de todo, no se siente a gusto ni consigo mismo y es esclavo de sí mismo. El que no ama está ciego, porque la luz no ilumina sus ojos y sus ojos son incapaces de ver la luz con todas sus gamas y dimensiones. Me compadezco del hombre y la mujer que no aman, y amar quiere decir darse a secas, sin esperar retornos o reciprocidades inmediatas. Como el Padre se da al Hijo en el Espíritu y todo Dios se derrama sobre los seguidores de Cristo.
Amar es dar la vida para el otro, sea quien sea. Hay dolor en el amor, pero es un dolor que purifica, que hace crecer. Cuando uno ama a alguien, de modo especial, todo cobra sentido. La propia existencia revela plenitud y alegría, aún en medio de las dificultades, porque la persona que ama es reconocida y al ser reconocida es amada y su vida se llena de sentido. Desde Cristo todo hombre y mujer es un don de Dios.
Por eso sólo es posible ver a Dios desde el amor, porque él ama a secas, con total gratuidad. La persona que es capaz de amar así, gratuitamente, entra en el ámbito de la perfección, porque penetra en el misterio de lo esencial, de lo verdadero y de lo infinito. El amor no tiene fin, no puede tenerlo, porque está abierto a todo. El amor facilita el encuentro y el encuentro es siempre sanador. Dios es amor, él ha amado primero. Captar su presencia y su belleza, captar su fuerza y la luminosidad de su mirada... captar que quien es capaz de abrise al amor por completo, es capaz de empezar a vivir del todo, aún arriesgándose a morir, porque el que ama no muere, sino que vive para siempre, más allá de la frontera del misterio.
Amar y ser amado, en pura gratuidad. Abrirse al encuentro y dejarse encontrar. Darse y recibir. Descubrir y ser descubierto. Dar la vida y encontrarse viviendo.
1 comentario:
Es verdad que para el que ama el mundo adquiere un color distinto. Quizá lo que ocurre es que se da una cierta escasez de amor. En una cartita de las Hadas que tengo, hay una frase muy linda y que viene a decir lo siguiente: "el amor es lo único que no decrece al darlo". Desgraciadamente en una sociedad tan mediatizada por el mercantilismo, esta frase aún no ha llegado a calar como debería.
Un saludo, Amanecer y gracias por tus reflexiones
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