
Dame la mano, hermano.
Necesito de tí y tú de mí.
Si caigo me sostienes, si caes te sostengo.
Si solo estoy, me rescatas de la noche devoradora, de mis angustias y miedos.
Dame la mano y sube conmigo.
Contigo somos como esa muralla, como aquel roble
Tómame de la mano, pues:
Queremos permanecer recíprocamente fieles;
el uno en el otro, con el otro, para el otro, en el corazón de Dios.
Si no nos re-encontrásemos allí, en el corazón de Dios, sería algo terrible.
Allí debemos volver a encontrarnos.
No debemos pensar: vamos hacia Dios, por eso debemos separarnos.
No debemos ser simplemente, unos señalizadores en la ruta. ¡No!
Vamos el uno con el otro.
Y esto por toda la eternidad.
Cuán errado sería ser sólo señalizador en el camino.
Estamos el uno junto al otro para encendernos mutuamente.
Nos pertenecemos el uno al otro ahora y en la eternidad;
también en la eternidad estaremos el uno en el otro.
¡Es éste el eterno habitar del uno en el otro, propio del amor! Y entonces, permaneciendo el uno en el otro y con el otro, contemplaremos a nuestra querida Madre y a la Sma. Trinidad.
..........padre J. Kentenich, fundador Mov. de Schoenstatt
con mucho cariño...
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