viernes, 7 de noviembre de 2008

Me llama por mi nombre


A lo largo de toda nuestra vida, Cristo nos llama. Sería bueno tener conciencia de ello, pero somos lentos en comprender esta gran verdad: que Cristo camina a nuestro lado y con su mano, sus ojos y su voz nos invita a seguirle. En cambio, nosotros ni siquiera alcanzamos a oír su llamada que se da a entender ahora mismo. Pensamos que tuvo lugar en los tiempos de los apóstoles; pero no creemos que la llamada nos ataña a nosotros, no la esperamos. Nuestra mirada no distingue al Señor, al contrario del apóstol a quien Jesús amaba, que distinguía a Cristo cuando los demás no lo reconocían.

No obstante puedes estar seguro: Dios te mira, quien quiera que seas. Dios te llama por tu nombre. Te ve y te comprende, Él, que te hizo. Todo lo que hay en ti es conocido; todos tus sentimientos y tus pensamientos, tus inclinaciones, tus gustos, tu fuerza y tu debilidad. Te ve en los días de alegría y en los tiempos de pena. Se interesa por todas tus angustias y tus recuerdos, por todos tus ímpetus y tus desánimos. Dios te abraza y te sostiene; te levanta o te deja descansar en el suelo. Contempla tu rostro cuando lloras y cuando ríes, en la salud y en la enfermedad. No te amas tú más de lo que te ama Él.

Henri Noumen

3 comentarios:

Raquel dijo...

Hola. Hace algunas que te descubrí y voy siguiendo tu blog.
Resulta muy hermoso todo eso, pero cuando hay dificultades graves en la vida pierde bastante la belleza y más bien parece que Dios sea uno más de los amigos que se alejan, o del familiar que no sabe estar ahí cuando lo necesitas. Esta noche soñé que encontraba la lámpara de Aladino, la frotaba pero no salía el genio que tanto esperaba, sólo un poco de humo nada más... Con Dios me pasa un poco lo mismo.
Un saludo

Lolibares dijo...

Hola Raquel, Dios parece que juega a las escondidas, es cierto, pero solo lo parece. Es verdad que la vida nos guarda momentos muy dificiles, cuando se presentan nos hundimos en un pozo profundo, no vemos nada y solo sentimos dolor. Es en esos momentos es cuando El no nos abandona, su forma de ayudarnos no la entendemos, pero cuando pasa el tiempo y miramos atrás, recordamos quien nos tendio la mano, qué ocurrió aquel dia donde la luz llegó, que idea me surgió para salir de ahi...etc. sabemos que cuando perdemos un ser querido le reprochamos, no entendemos que le llegó el momento de partir, es todo tan complicado.

Sigo pensando que pedirle que cure mi ceguera antes que pedirle señales prodigiosas es mucho mejor... y El lo sabe, pues la fe es la clave.

un besote y gracias por pasar por aquí, iré por tu blog en cuanto tenga un ratito.

Mira_azevedo dijo...

Gracias por haber me recordado y compartir esa verdad.

Yavé, El Señor no nos abandona jamás.
No tenemos el que temer. El nos rescato, nos llamo por nuestro nombre y nos prometió que estaría siempre con nosotros, pase lo que pase.
Es esa certeza que nos hace caminar en las noches oscuras y lluviosas.
Un abrazo del corazón

Unidos

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